jueves, 18 de marzo de 2010

La máquina de hacer pájaros

Ojo Néstor con lo que decís, que la Impede Machine fue patentada por un neoliberal.

Personalmente recuerdo mis tiernos 8 años con mucha nostalgia, cuando estaba yo completamente convencido de que el sino del hombre, y del niño -fase superior del adulto-, no era otra cosa que la liberación mediante la lucha armada y el hecho filosófico fundamental, tan hegeliano como Cristo y Cristina juntos, de dar-la-vida-por ... algo, un algo que fuera cualquier cosa pero que fuera algo que valiera la vida. Idea trascendental que había leído casi por error en una adaptación de la Filosofía del Espíritu para niños inquietos de un tipo que se llamaba Federico. Para decir la verdad, yo a Federico no le entendía un zorongo, pero el prólogo de un español, cuyo nombre ahora no quiero recordar, era tremendamente conmovedor y decía masomenos así -citodememoria-:

"Yo lo invito a usted, señor lector, a inmiscuirse en estos párrafos que pueblan las páginas que siguen a mi prosa, pero no puedo asegurarle que sea usted capaz de ir más allá de la página 12 o 13, o de llegar, con algo de suerte quizás, hasta la treintena de las páginas. Ciertamente el libro es aburrido, complejo y muy poca gente lo ha leído completo. No obstante, si fuera usted la excepción a dicha regla y pudiera leerlo de un tirón acaso con breves recreos, yo me permito personalmente hacerle una advertencia: no lo lea. Hágame caso, no lo lea. Usted podría vivir tanto mejor sin haberlo leído. No es que sea un mal libro, de hecho es un gran libro y ha forjado el pensamiento de grandes pensadores. Pero no es recomendable leerlo, y solo voy a decirle eso, lo cual considero mi deber en este prólogo. No obstante, si usted fuera tan terco y tuviera el espíritu predispuesto a la consabida osadía, pues bueno, solo restaría desearle mucha suerte. Sepa usted que una vez que haya acabado de leer yo lo declaro a usted muerto. Muerto, para la vida del Espíritu."

El Espíritu era, obviamente, el de la Historia, lo cual de verdad que sonaba copado. No obstante, después de tamaña advertencia, para encararlo a Federico no me dio el coraje (a fin de cuentas era solo un niño), aunque lo del gallego fue de esas experiencias que clasifican para el subconjunto "otro orden de cosas" de la vida. Decía entonces, porque me fui bastante de tema, que yo con 8 años y todo el malambo este en la cabeza ya estaba plenamente convencido de que mis compañeritos de escuela tenían el cerebro lavado, ya por Nubeluz, ya por ese paradigma vulgar del explotado sin concencia revolucionaria que fue el Chavo del ocho, del que ya conversamos con mi amigo Meyer, whisky de por medio, hace unas semanas. Y tenía más que claro que había que actuar, yo lo sabía, de inmediato, dar la vida por algo, contra algo. La lucha armada sonaba bien pero para ser sincero yo no tenía más instrumental que la espada de heeman y un puño de mazinger Z que de hecho ya estaba bastante hecho mierda.

Así fue como llegué yo también a enterarme que un tano nacido en Cerdeña había postulado toda una vuelta de tuerca interesante sobre el concepto de nosotros los revolucionarios, que me permitiría ser uno más a mí también sin necesidad de vulgarizarme entre el proletariado. Teníamos que hacernos del enemigo. Al enemigo había que estudiarlo, saberlo, entenderlo, quizás hasta vivirlo. Penetrarlo. Y yo, por dichas circunstancias, ya me permitía mirarlo a Bernardo Neustadt en Tiempo Nuevo sin ninguna culpa por ello. A Bernardo, ese hombre huérfano de madre y abandonado por el padre que nos pedía que no lo dejáramos solo.. Así es como lo recuerdo, recitando con su verborragia tan particular: la máquina de impedir, son la máquina de impedir. Romper un teléfono en cámara. La máquina de impedir. El joven más brillante de la política argentina, la máquina de impedir. Goyco reprochado y lloroso, por todos los amagues en esa buena tarde de Freddy Rincon, ¡y donde estaba la máquina de impedir que no estaba en el Monumental!, es que todo llevaba siempre en Argentina a la máquina de impedir. Hasta el capítulo definitivo de Bernardo donde pedía que no lo dejáramos solo, pobre tipo, contra la máquina de impedir.

Somos la máquina de impedir, pensaba yo en mi rebeldía primaria. Me gustaba como sonaba. Somos la rabia, la máquina de impedir. Somos la rabia, la labia, la babia, y la máquina de impedir.

Resulta que "La máquina de impedir" era el nombre de un libro de Emilio Perina, un tipo que murió hace ya varios años, donde se quejaba de la burocracia y el estatismo, de un Estado obsoleto y dirigista que mataba toda tentativa de innovación y progreso, impidiendo el desarrollo económico de la Argentina. Nunca lo leí, ni el prólogo, así que no puedo saber si es bueno, pero solo quería contestarle a mi amigo Madoff que hace mucho tiempo había preguntado por el origen de la frase que tanto usaba Néstor. Y me acordé, porque la usó de nuevo.

De hecho, esta canción tan combativa que escuchaba yo cuando entraba en resistencia negativa y no sabía si seguir mi vida de juguetería o hacerme cargo, se iniciaba con la frase de Perina, en boca del entonces Presidente de la Nación, al que Perina en sus últimos años asesoraba personalmente, enemigo de mi generación de papel glacé metalizado, Carlos S. Menem. Pero no encontré una versión online para que pudieran escuchar.

8 comentarios:

H dijo...

Bien por los recuerdos de juventud revolucionaria, me recordó a mi reciente post.

Sam Rothstein dijo...

Se te extrañaba Rodya! Welcome back. Como siempre, un placer para los ojos.

Bernard L. Madoff dijo...

Gracias por desasnarme. Un placer volverlo a leer, Rodya.

Frank Pentangeli dijo...

Muy buen post. Leí las primeras dos palabras y me dije "volvió Rodya".

Frank Pentangeli dijo...

Che respecto a Perina, seguro que falleció? El año pasado escuche a Emilio Perina en Radio el Mundo, estaba de columnista, sería el hijo? Esto me esta confundiendo, porque conocía al hijo (o nieto), ahora no me queda tan claro. Quizás me puedas ayudar!

Rodya Raskolnikov dijo...

H, leí por allí, muy interesante. Igual mi prepubertad evolucionaria, te imaginarás, tiene bastante de chamuyoloco.

Perina murió, de hecho no se llamaba Perina, o sí, se hacía llamar Perina pero tenía otro nombre de verdad y no se si los nombres apócrifos se transmiten entre la descendencia... http://www.clarin.com/diario/1998/07/13/t-00701d.htm

Frank Pentangeli dijo...

Kontavstinosky o algo así...

Frank Pentangeli dijo...

Ok, tenés razón, el pibe que conocía era el nieto y el que escuche en la radio sería el padre.