Hace unos días Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y miembro del grupo de intelectuales oficialistas de Carta Abierta, comenzó a circular por internet una carta suya en respuesta al ataque recibido en una nota de Noticias. Esta carta aludía directamente a Fontevecchia y fue publicada íntegramente en el diario Perfil. Lo llamativo de la carta es que no se entiende una mierda.
Esto me hizo acordar a una profesora de literatura que tuve en El Colegio. La mina se consideraba nacionalista, peronista y antiyanqui, pero no era más que una obtusa sin argumentos. El problema es que no se le podía discutir nada porque utilizaba términos tan extraños y construcciones sintácticas tan rebuscadas que nunca se entendía bien qué estaba queriendo decir, entonces el silencio de uno terminaba por darle a ella la razón.
Hay una costumbre entre la intelectualidad progresista de complicar la manera de escribir y de hablar. Esta asociación debe venir de la histórica simpatía entre escritores y filósofos con las ideologías de izquierda (ahora que alguien me explique de dónde viene esta simpatía). Pero también puede deberse a una debilidad en la argumentación. Complicar el habla da un poder inmerecido, el mismo que impide a un alumno discutirle a un profesor o a Macri ganarle un debate a Cristina. Quizás la derecha no necesite de un gran vuelo poético para defender sus ideales. Quizás la izquierda deba escarbar un poco más para encontrar su pluma (ojo, no quiero hacer apología de la ignorancia, siempre prefiero un correcto uso del lenguaje aunque sin caer en excesos).
Hace poco Lanata fue al programa de Leuco y dijo lo siguiente:
Este tipo va a dar mucho que hablar dentro de poco. Su programa comienza el próximo martes 14 de abril a las 21.30 hs por Canal 26.
Esto me hizo acordar a una profesora de literatura que tuve en El Colegio. La mina se consideraba nacionalista, peronista y antiyanqui, pero no era más que una obtusa sin argumentos. El problema es que no se le podía discutir nada porque utilizaba términos tan extraños y construcciones sintácticas tan rebuscadas que nunca se entendía bien qué estaba queriendo decir, entonces el silencio de uno terminaba por darle a ella la razón.
Hay una costumbre entre la intelectualidad progresista de complicar la manera de escribir y de hablar. Esta asociación debe venir de la histórica simpatía entre escritores y filósofos con las ideologías de izquierda (ahora que alguien me explique de dónde viene esta simpatía). Pero también puede deberse a una debilidad en la argumentación. Complicar el habla da un poder inmerecido, el mismo que impide a un alumno discutirle a un profesor o a Macri ganarle un debate a Cristina. Quizás la derecha no necesite de un gran vuelo poético para defender sus ideales. Quizás la izquierda deba escarbar un poco más para encontrar su pluma (ojo, no quiero hacer apología de la ignorancia, siempre prefiero un correcto uso del lenguaje aunque sin caer en excesos).
Hace poco Lanata fue al programa de Leuco y dijo lo siguiente:
"A Bertrand Russell yo le entiendo todo lo que escribe cuando habla de lógica matemática, y no creo que Horacio González sea más inteligente que Bertrand Russell."
Este tipo va a dar mucho que hablar dentro de poco. Su programa comienza el próximo martes 14 de abril a las 21.30 hs por Canal 26.
5 comentarios:
Muy de acuerdo con usted Bernard. Le recomiendo que se lea "La forma de la espada", de Jorge Luis Borges. Si lo googlea, lo encontrara rapido y seran un par de paginas nomas, donde encontrara una descripcion perfecta de este tipo de personajes.
Que bueno que vuelva Lanata!! Hacia tiempo que no estaba en la tele!
Excelente recomendación de lectura, amigo Frank. Ya había pasado este cuento por mis manos pero no lo tenía tan fresco en la memoria. El cobarde Moon sorprendentemente tiene un apellido que es muy popular en la República de Corea.
¿Cuándo nos encontraremos con otro post suyo en este blog?
Para el que no lo leyó y le interesó este tema de la pluma, la espada y la palabra, aquí va un fragmento:
En un atardecer que no olvidaré, nos llego un afiliado de Munster: un tal John Vicent Moon. Tenía escasamente 20 años. Era flaco y fofo a la vez; daba la impresión de ser invertebrado. Había cursado con fervor y con vanidad casi todas las páginas de no sé que manual comunista; el materialismo dialéctico le servía para cegar cualquier discusión. Las razones que puede tener un hombre para abominar a otro o para quererlo son infinitas: Moon reducía la historia universal a un sórdido conflicto económico. Afirmaba que la revolución está predestinada a triunfar. Yo le dije que a un gentleman solo pueden interesarles causas perdidas... Ya era de noche; seguimos desistiendo en el corredor, en las escaleras, luego en las vagas calles. Los juicios emitidos por Moon me impresionaron menos que su inapelable tono apodíctico el nuevo camarada no discutía: dictaminaba con desdén y con cierta cólera.
Ese es el discurso que tienen estos hombres. Seguramente, se trata de esos tipos que se ponen en el pedestal y sentencian constantemente, pero que si los pones mano a mano con un tipo como lanata pierden la discusión, por KO.
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