domingo, 24 de enero de 2010

La receta ortodoxa

En pocos medios encontré una fundamentación tan clara a favor de la independencia del Banco Central como la que reproduzco a continuación:
Como los gobiernos tienen una inclinación a privilegiar objetivos de corto plazo distintos a la estabilidad de precios –empleo, salarios, competitividad, crecimiento del crédito, financiamiento del déficit–, sacrificando el desempeño económico de largo plazo, el Banco Central debe estar aislado del gobierno. Los beneficios inmediatos que puedan traer esas políticas para los trabajadores son un “engaño” que condena al país a un incremento de precios innecesario que muchas veces puede desencadenar procesos hiperinflacionarios.

Por eso, la autoridad monetaria debe estar a cargo de un banquero conservador que procure convencer a los mercados de que su objetivo excluyente es proteger el valor de la moneda –la inflación– con total independencia de los intereses del gobierno. Para mantener la estabilidad de precios la autoridad monetaria debe tener independencia de instrumentos, la autonomía necesaria para establecer cuál es la mejor forma de combatirla.

La presencia de una ley que lo declare independiente, la ausencia de controles del gobierno y estrictas limitaciones para su financiamiento a través de la entidad, mecanismos de selección de funcionarios donde el gobierno tiene una injerencia muy reducida, un mandato para el titular de la autoridad monetaria que supere en extensión al del presidente de la Nación y la posibilidad de aplicar políticas sin consultar al gobierno son algunos de los elementos formales que hacen a la independencia de los bancos centrales. Con esos dispositivos el banquero central impide que el gobierno incurra en graves errores populistas. La profusa literatura económica y sus sofisticados estudios econométricos, realizados por prestigiosos economistas, demuestran que la inflación promedio y la variación del PIB están correlacionadas negativamente con el grado de independencia del banco central.

El atractivo del diseño institucional ortodoxo es innegable: si se garantiza un banco central “independiente” y “creíble” dedicado al control del valor de la moneda, es posible lograr la estabilidad y crecimiento que los distintos gobiernos erosionan.

¿En qué diario fue publicada esta nota? En Página 12.

4 comentarios:

H dijo...

Ya la primera frase es una falacia: "Como los gobiernos tienen una inclinación a privilegiar objetivos de corto plazo distintos a la estabilidad de precios –empleo, salarios, competitividad, crecimiento del crédito, financiamiento del déficit–, sacrificando el desempeño económico de largo plazo"

¿O sea que el empleo, salarios, competitividad, crecimiento del crédito, son objetivos de corto plazo, pero la estabilidad de precios es un objetivo de largo plazo?

¿Quién puede sostener eso?

Saludetes

Bernard L. Madoff dijo...

La clave está en el trade-off, no se puede hacer política monetaria expansiva indefinidamente sin sufrir costos en el largo plazo.

H dijo...

Que hay trade off está claro. La pregunta es a quién le interesa la estabilidad de precios si se sacrifican empleo, salarios y competitividad??? (le faltó decir crecimiento y cartón lleno)

Distinto sería si enunciara que la estabilidad de precios es un medio para alcanzar todo eso... pero no! dice que la estabilidad de precios es un fin en si mismo, y empleo, salarios y competitividad son tentaciones de corto plazo.

Cualquiera... :)

Sam Rothstein dijo...

H, justamente el punto es el siguiente. Los gobernantes tienen la tendencia a ser cortoplacistas, mirando en el calendario la fecha de las próximas elecciones. En dicho afan cortoplacista, tienen incentivos a implementar políticas que son electoralmente convenientes pero dañinas para el desempeño económico de largo plazo. Un ejemplo concreto: suba del gasto público (subas salariales a los empleados públicos) en un año electoral financiado con emisión monetaria del Banco Central que no es independiente.

En el corto plazo eso trae bienestar a la gente (a quien no le gusta que le suban el sueldo), pero en la medida en que esas políticas fueron implementadas para satisfacer necesidades electorales (y no necesidades reales de gestión), van en detrimento de la sociedad.

Más aún, la forma de financiar ese gasto es mediante la emisión monetaria que, eventualmente, se traducirá en inflación (salvo que la demanda real de dinero esté creciendo). La inflación es mala: le pega más a los más pobres, afecta negativamente las decisiones de consumo e inversión, acorta los horizontes de planeamiento, entre otras cosas).

Que el gobierno no tenga la maquinita de imprimir dinero a su disposición es una forma de obligar a los políticos a internalizar los costos de sus políticas. Si quieren financiar su deficit, que acudan al mercado de capitales, y que los intereses por dicho deficit lo pague el contribuyente (no el tenedor de pesos!).

Un poco la idea es esa.